Cada vez me es más difícil encontrar a personas con las que hablar y debatir sobre ciertos temas que a decir verdad a la mayoría de la gente joven no les interesan demasiado. Ya sea política, filosofía o debatir simplemente sobre que está ocurriendo en el mundo es algo que a mucha gente le despreocupa. Claro, que cada uno es libre de interesarse por lo que quiera y pensar como crea conveniente, pero me resulta algo extraño darme cuenta de que todos los días durante pequeños periodos de tiempo me dedico a informarme sobre ciertos filósofos, ciertos hechos históricos o simplemente a meditar sobre el por que de las cosas.
Me doy cuenta de que me identifico con una frase que en su día Sócrates dijo: “Solo sé, que no sé nada”. Esta frase hizo que me diese cuenta de lo que sucede cada vez que aprendo algo nuevo sobre filosofía o política. Voy a intentar explicar de la mejor manera lo que ocurre. Digamos que por cada duda que resuelvo se me presentan tres nuevas dudas. Es un bucle infinito de dudas y respuestas que me encanta descifrar y que sé que nunca acabará. Pero me identifico con esta última frase porque cuanto más aprendo más me doy cuenta de lo poco que sé. Obviamente sé más ahora que hace dos años cuando no estaba tan interesado como ahora, pero aún así ese afán por saber no se apaga.
El caso es que una de las cosas que me sorprenden es ver como yo me intereso, me preocupo y me como la cabeza por lo que ocurre en el mundo, por teorías filosóficas y demás hechos. Y quizás sea que yo tengo una extraña afición a la filosofía o a la política, pero me extraña que a la mayoría de los jóvenes no les interesen o les llame la atención. Pero es curioso que cuando encuentro a alguna persona de mi edad con quien compartir opiniones y debatir sobre estos temas resultan ser personas que a su vez son muy interesantes, ya que crean sus propios puntos de vista y te enseñan el otro prisma del cubo que tu mismo has sido incapaz de ver.
Karl
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